Helicoprion es un género extinto de peces cartilaginosos del orden Eugeneodontiformes, que surgió por primera vez en los océanos del Carbonífero Superior (hace unos 280 millones de años) y sobrevivió a la extinción masiva del Pérmico-Triásico, y terminó extinguiéndose en el Triásico Superior hace unos 225 millones de años.
Aunque por la forma parece un tiburón, en realidad es un Helicoprion (del griego, sierra en espiral), un animal del género de los chimaeriformes al que pertenecen 47 especies de peces cartilaginosos. Sus extraños dientes son los únicos huesos que poseían, por lo que es lo único que ha fosilizado mientras que el resto del cartílago del cuerpo se iba degradando.
Basándose en otros fósiles de peces del mismo orden, los paleontólogos fueron capaces de deducir la forma del Helicoprion, estimar que debía medir entre 3 y 4 metros de largo y, lo más importante, colocar en su lugar la espiral que contenía unos 109 dientes: en la mandíbula inferior.
Distribución
Los fósiles de las especies de Helicoprion aparecen por primera vez en los estratos marinos del Carbonífero Superior, proliferando en gran medida durante el Pérmico, y desaparecen del registro durante el Triásico Inferior. Sus fósiles se han encontrado en los Montes Urales , en los Montes Wandagee de Australia Occidental, en China junto con los géneros relacionados Sinohelicoprion y Hunanohelicoprion , y en el oeste de América del Norte, incluyendo el Ártico canadiense, los estados de Nuevo México, Idaho, Nevada, Wyoming, Texas, Utah y California. Dadas las ubicaciones de los fósiles, se especula que las distintas especies de Helicoprion vivían en la costa suroccidental de Gondwana, y más tarde, la de Pangea.
Posición y naturaleza de la espiral de dientes:
La posición anatómica de los dientes ha sido objeto de interpretaciones de lo más curiosas. En la ilustración (b) se puede ver como incluso se lo ha situado en las aletas.
En una primera aproximación puede parecer aberrante, pero no lo es tanto. Los tiburones primitivos tienen espinas y estructuras extrañas en las aletas. Esta ornamentación tiene la misma composición que los dientes, por esa razón algunos investigadores se atrevían a situarlos en una posición tan bizarra.
Reconstrucciones posteriores han colocado finalmente la espiral en la parte delantera de la mandíbula inferior. Una reconstrucción de 2008, creado por Mary Parrish bajo la dirección de Robert Purdy, Víctor Springer y Matt Carrano para el Smithsonian, coloca el verticilo más profundo en la garganta, aunque otros estudios no han aceptado esta conclusión.
Otros peces extintos, tales como Onychodontiformes, tienen análogos de conjuntos espirales de dientes en la parte delantera de la mandíbula, lo que sugiere que tales espirales no son tales impedimentos a la natación, como se sugiere en la hipótesis de Purdy.
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Fósil encontrado en Idaho en 1950. |
Un estudio de 2013 sobre la base de nuevos datos coloca el diente-verticilo en la parte posterior de la mandíbula, donde el diente-verticilo ocupa todo el arco mandibular. Como hemos comentado, los tiburones no tienen los huesos mineralizados, por lo que difícilmente suelen fosilizar, pero un ejemplar descubierto en 1950 en Idaho parte de la estructura que envolvía a la mandíbula.
La reconstrucción tridimensional del fósil demuestra que la espiral de dientes es una singular estructura situada en la sínfisis de la mandíbula inferior. Ocuparía por completo el
arco mandibular (ver imagen inferior).
El continuo crecimiento de la espiral situaría a los dientes en una dirección curvada hacia la parte anterior de la mandíbula. Los dientes se formarían en el inicio de la espiral en un proceso continuo y que facilitaría nuevos dientes, cuando al animal se le cayeran o se le rompieran. El proceso de reemplazamiento dental lo poseen todos los tiburones, pero es diferente al de Helicoprion. Esta compleja estructura lleva asociada cambios en las articulaciones mandibulares. Sin duda esto representa una enorme especialización de los tiburones al final del Paleozoico, que corresponde con el aumento de diversidad y abundancia de los ammonites, que posiblemente serían sus presas y a las que, gracias a la naturaleza aserrada de su dentición, conseguiría triturarle los caparazones. Al cerrar los dientes sobre una presa, su mandíbula golpeaba contra el sólido paladar y la propia geometría de las piezas dentales empujaba la presa hacia el interior de la boca.