El lago Jackson, en Florida no tiene salidas para drenar su agua por desagües ni arroyos. Sin embargo, un fatídico día de septiembre de 1999, su caudal de agua desapareció del mapa en pocas horas junto con todos sus peces y hasta algunos caimanes que merodeaban por el lugar: literalmente, al lago Jackson se lo había tragado la tierra.
El suceso de la desaparición del lago tiene por supuesto una explicación (a pesar de que quienes el día anterior pescaban sobre un bote se resistan a creerlo). Este fenómeno se conoce como Sinkholes y ocurre en el lugar cada 25 años. De hecho, ha sucedido cuatro veces desde 1907. El lecho del lago se encuentra sobre una capa subterránea de piedra caliza, que en forma cíclica es erosionada por aguas subterráneas hasta colapsar. Cuando la erosión avanza, llega a formarse una cavidad hueca, la piedra caliza cede abruptamente y el lecho del lago colapsa. Un gigantesco embudo se abre y traga literalmente al lago en cuestión de horas, dejando el lecho de lodo y fango a sol abierto.
Los Sinkhole denominan al gigantesco embudo, que puede además de resultar peligroso, tomar dimensiones a modo de cascada para tragar los últimos litros de agua del lago. Así comienza un nuevo proceso de sedimentación hasta cerrar el enorme agujero. Posteriormente, el lago comienza a recuperar su nivel lentamente.
Si éstos fenómenos sucedieran usualmente en zonas urbanas, nos encontraríamos a menudo con imágenes como éstas que ocurrieron el 23 de febrero de 2007 en la ciudad de Guatemala:
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